Este es un dogma personal que adopté hace un buen tiempo.
Según el principio de refutabilidad, pilar del método científico, toda proposición científica debe poder ser refutada, y por ende, una hipótesis nunca puede alcanzar el status de ‘verdadera’, sino sólo el de «aún no refutada», mientras siga poniéndose a prueba y replique los mismos resultados. Esto abre la posibilidad de que, en un futuro, se demuestre que no es correcta, y se avance hacia un nuevo estado del conocimiento.
Mientras tanto, es lo más cercano que tenemos a la verdad: no es la verdad; es lo más cercano, por ahora.
Para mí, la fórmula ‘darse cuenta es irreversible’ funciona de esa misma manera. No es algo inamovible, incuestionable, ni irrefutable. Pero una vez tras otra, lo sigo poniendo a prueba, y sigue funcionando como el primer día. Dejame que te cuente por qué.
La pareidolia es un fenómeno psicológico que hace que veamos rostros humanos en lugares en los que no los hay. En esta foto de un elefante, se puede ver el rostro de una mujer en la oreja del animal. Lo que nos interesa es que, una vez que nos dimos cuenta de que puede verse así, no podemos dejar de verlo. Darse cuenta es irreversible.
SOBRE LA COMUNICACIÓN NO VERBAL
Desde mediados de 2012, cuando empecé a interesarme por la Comunicación No Verbal (CNV) y a leer la literatura científica sobre el tema (principalmente, el trabajo de Paul Ekman), este dogma tomó dimensiones mucho más reales. Es como aprender a leer todo de nuevo: de repente, las mismas cosas que antes veía como formas y colores, como marcas y guiños, signos y señales, tienen nuevos y profundos significados. Y una vez que aprendés a leer, no podés volver a la etapa previa, en la que veías sólo formas y colores: las palabras están inconfundiblemente ahí, y las leés sin pensar, y no podés no leerlas. No elegimos leer.
Si tenés tiempo -y ganas-, te recomiendo que aprendas a leer los códigos del cuerpo, y que aprendas cómo juegan las emociones en nuestros contextos cotidianos. Te vas a dar cuenta, como por arte de magia, de toda la riqueza significativa que te estabas perdiendo en la interacción con otras personas, y con vos mismo.
Y darse cuenta es irreversible.